Perseverante en la oración
La perseverancia en la oración es fundamental para vivir nuestra fe. En algunas ocasiones fallamos en esa perseverancia debido a un enfoque equivocado que hacemos de la oración al verla como un momento apacible en busca de calma.
Esto es un grave error sobre todo para los laicos que vivimos en una vorágine de actividades que nos mantiene en marcha física y mentalmente.
Esto nos dificulta ponernos en oración porque nos cuesta, centrarnos y hacer silencio interior. Y sacamos la conclusión equivocada de que no tenemos la disposición adecuada para orar.
Lo cierto es que la oración es un lucha una batalla como lo queramos poner.
El Catecismo los define así: “La oración es un don de la gracia y una respuesta decidida por nuestra parte.
Supone siempre un esfuerzo. Los grandes orantes de la Antigua Alianza antes de Cristo, así como la Madre de Dios y los santos con Él nos enseñan que la oración es un combate. ¿Contra quién? Contra nosotros mismos y contra las astucias del Tentador que hace todo lo posible por separar al hombre de la oración, de la unión con su Dios. Se ora como se vive, porque se vive como se ora.
El que no quiere actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo, tampoco podrá orar habitualmente en su Nombre.
El “combate espiritual” de la vida nueva del cristiano es inseparable del combate de la oración.”
Por lo tanto, hermano no busquemos un momento único de paz y tranquilidad para comunicarse con Dios, sino que en medio de la actividad pongamos nuestro corazón en Dios. Repítase a si mismo, rezando voy, rezando voy, en el camino de la vida, rezando voy.