¡Quiero ser presidente! ¿Por qué?
Frecuentemente vemos en los medios, tanto de televisión, radio y escritos, entrevistas donde personas expresan sus deseos de postularse para el puesto de presidente de la República, ya sea amparados por un partido o de forma denominada “independiente”. Generalmente con este último apelativo, la mayoría de los aspirantes a candidaturas, salvo algunas excepciones, indican que no tienen dependencia de financiadores de campaña y tampoco penden de una cuerda que se mueve según la dirección del viento que sople.
A la pregunta ¿por qué o para qué quiere ser presidente de la República? La respuesta invariablemente es un rosario de promesas que luego de ser elegidos, si es el caso, no son capaces de cumplir. ¿A qué se debe esto? Si tomamos como ejemplo el actual Gobierno, las promesas parecen haberse hecho sin pensar o sin ningún conocimiento de la realidad nacional. Fueron como fuegos artificiales lanzados al aire y luego de acabarse la pólvora caen al suelo como cenizas de una llamarada de capullo.
De los últimos seis presidentes elegidos, solamente uno se puede contabilizar cumplió más del 90% de sus promesas, con obras de infraestructura que realmente beneficiaron al pueblo. Otro contrató un puente que nunca se atrevió a cruzar y otro prometió un sistema de transporte que quedó solo estampado en una placa de auto.
El pueblo ya tiene que aprender a votar por gente que realmente se considere pueda resolver sus problemas con ideas factibles y bien pensadas. Para esto tiene que alejarse del clientelismo que tanto daño hace al mismo pueblo, que cree aprovechar algo del candidato mediante esta nefasta práctica.
El pueblo quiere un presidente que diga como va a resolver los problemas que le agobian en estos momentos: alto costo de alimentos, generado por un control de precios inefectivo y por el abandono del sector agropecuario; servicios de salud sin medicinas y hospitales deficientes; escuelas en malas condiciones e insuficiente docentes; recolección ineficiente de la basura en todas las ciudades y pueblos; inseguridad en las calles para no morir bajo el fuego de las balas; un sistema de justicia colapsado; un sistema de transporte público que no funciona adecuadamente, e insuficiente cantidad de viviendas tipo social, entre otras cosas.
Si alguien quiere ser presidente y no les dice a los electores como propone resolver estos problemas, no se merece el voto sensato de los electores. No queremos más promesas, como los $58/mes en los bolsillos, letrinas y techos de esperanza que no se realizan.
En próximas elecciones, raya con los impostores y rechazo al clientelismo. No reelección de nadie, salvo algunas excepciones, sería la consigna que debe guiar la decisión de los electores.