Opinión - 17/2/17 - 12:00 AM

R.A.C.

Por: Milcíades Ortiz Catedrático -

A finales de los años 60 del siglo pasado estaba comenzando mis estudios de Sociología en Chile. Me enteré de que el Dr. Ricardo Arias Calderón (R.A.C.) dictaría una conferencia magistral en la Universidad Nacional. Decidí asistir… ¡pero no pude entrar al recinto! Una enorme cantidad de personas abarrotaba el lugar para escuchar al pensador panameño. Pensé que a lo mejor en el exterior apreciaban más la calidad intelectual de ese panameño. Recordé que en la Universidad de Panamá había sectores comunistas que se oponían a la orientación demócrata cristiana del Dr. Arias Calderón.

Llegaban a insultarlo llamándolo “La Monja Loca” por su religiosidad. En lo político decían que su partido tenía pocos miembros que “cabían en un carro escarabajo y sobraban asientos”. En los años iniciales de la dictadura militar fue fácil ver y escuchar al Dr. Arias Calderón luchando por la democracia, exponiendo su vida varias veces. Ni correteadas ni bombas lacrimógenas podían acallar su voz, reforzada por su altura y profundidad de argumentos. Aunque no pertenezco a ningún partido político, siempre tuvo respeto en su trato conmigo.

Una vez me dio dinero para hacer periódicos clandestinos, a pesar de que yo estaba dispuesto a hacerlo gratis. No pude sacar varios números de la publicación porque el G2 (inteligencia de la dictadura) destruyó la imprenta. No quiso que devolviera la plata porque señaló que expuse mi vida. Cuando trabajaba en un periódico de oposición me llamaron la atención porque publicaba muchas noticias mencionando a Ricardo. Aunque manifesté que era la única persona que me daba informes, por buscar un “equilibrio” de grupos de oposición, impidieron sus noticias. Cuando se lo informé, con esa sonrisa de comprensión que tenía me dijo que no me preocupara, que comprendía la situación.

Siempre he dicho que Ricardo Arias debió ser la cabeza de la nómina que se enfrentó y ganó las elecciones al final de la dictadura. Una leyenda urbana señala que se le impidió lo que se había ganado con su valentía, porque se alegó que un arnulfista debía dirigir la nómina. Como la Doña no aceptó, se buscó al señor Endara. Nunca han dicho oficialmente la razón de la expulsión de la Democracia Cristiana del Gobierno. Otra vez el Dr. Arias Calderón aceptó con resignación la situación que lo afectaba. Así también se enfrentó a la enfermedad que por años no pudo doblegar su espíritu cristiano y demócrata. Una vez asistí a un acto en el que era figura principal. Al final en su silla de ruedas me dio la mano y con una sonrisa agradeció mi presencia… demostrando una vez más su calidad como ser humano.