Opinión - 20/7/17 - 12:00 AM

Seguridad

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Solo quien ha sufrido en carne propia las arremetidas de la delincuencia está en capacidad de entender la impotencia de la seguridad, frente a la incapacidad de las autoridades de combatir el delito, dejando al ciudadano en un estado de indefensión.

Es importante aclarar que cuando hablamos de incapacidad, no nos referimos a los hombres y mujeres de uniformes, que están en la primera línea del deber en la lucha contra el delito y que muchas veces tienen actuaciones heroicas al precio de su propia vida.

Nos referimos a los burócratas refrigerados, sin contacto con la realidad social, a quienes a cambio de jugosos salarios les encargan elaborar planes y proyectos de lucha contra la delincuencia, que tienen una visión recortada de la problemática.

Son personas que no tienen un contacto real del día a día que enfrentan los estamentos de base que le ven la cara directamente al crimen en sus distintas modalidades.

Es una realidad que en la ciudadanía existe un clima generalizado de temor que limita en el terror; los panameños apenas se oculta el sol se encierran en sus casas para no ser víctimas de los malhechores, pero esta medida no es efectiva, ya que el maleante no respeta propiedad ni barrotes y entran a cometer sus tropelías.

La lucha contra el delito debe basarse en planes y programas que contemplen la prevención, represión y resocialización, ejes temáticos deferentes, pero relacionados entre sí.

La actual administración está en el tramo final de su mandato, y el fenómeno delictivo se ha agigantado, se habla de planes y programas, pero todo indica que los mismos quedarán en el papel, mientras tanto, la ciudadanía seguirá sufriendo el embate del delito, que amenaza con destruir los cimientos de la sociedad panameña.