Opinión - 06/1/18 - 12:00 AM

Un vivir que tenga sentido

Por: José Carlos García Fajardo Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) -

Acabar con la propia vida es mucho más frecuente que matar a otro. La realidad es que cada 40 segundos se suicida una persona en el mundo y cada tres, otra lo intenta, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Otro dato impresionante es que, en las últimas guerras, el Ejército de EE.UU. ha perdido a más soldados por suicidio que en combate.

Pero en nuestras sociedades hipercomunicadas el suicido sigue siendo uno de los mayores tabúes. No podremos callar porque, con palabras de Martin Luther King “Nuestras vidas empiezan a acabarse el día en que guardamos silencio sobre las cosas que realmente importan”.

Un elevado porcentaje de los actos suicidas está relacionado con algún tipo de trastorno psiquiátrico, pero no siempre es ese el origen del suicidio.

Muchos suicidas han sucumbido a la desesperanza, más que a la desesperación. Como sucede con muchas personas que mueren en accidentes de tráfico o víctimas de toxicomanías, o en enajenaciones que a tantos llevan a enrolarse en ejércitos, guerrillas o mafias urbanas. Pálidas alternativas para unas vidas que no han encontrado un sentido, el suyo, no el impuesto por una sociedad, una religión, otra ideología, o por una presión ambiental insoportable para quienes ya no pueden dialogar ni con ellos mismos.

Los instintos ya no le indican al hombre lo que tiene que hacer, y las tradiciones no le muestran lo que debe hacer, hasta el punto de que muchas personas ya no saben lo que quieren hacer. La epidemia del suicidio se gesta en una sociedad excluyente, en unas formas de vida aceleradas, deshumanizadas, en las que todo parece poder comprarse, en donde la búsqueda del placer como fin da el salto a una búsqueda de poder como forma de supervivencia.

Vivir con voluntad de sentido, porque no se trata de aceptar el que nos impongan, sino de descubrirlo en nosotros mismos. Para eso necesitamos ayuda y apoyarnos solidariamente, no solo en los demás sino en las instituciones sociales que tienen su razón de ser en el bienestar de los ciudadanos.

Ser uno mismo significa aceptarse y quererse para actuar con responsabilidad, aunque el suicidio suponga para muchos, en palabras de Erasmo de Rotterdam, “una forma de manejar el cansancio de la vida”.