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En las redes sociales circuló un video en el que se pudo ver a una funcionaria de la Corte Suprema cayendo fulminada por un infarto, en medio de una actividad festiva institucional.
Lamentablemente, los compañeros que la grababan mostraron su insensibilidad al utilizar estas plataformas virtuales para difundir las tristes imágenes.
Subir videos a la red no es algo negativo, siempre y cuando se haga con responsabilidad, pero en este caso ha sido una acción degradante, sobre todo con los familiares de su compañera.
Esto refleja el ambiente festivo de la Corte que no rima con la lentitud con que se llevan los casos y demuestra el relajamiento institucional.
Todos los días este diario nos da una radiografía de la conducta de los ciudadanos, y se demuestra que ya no se diferencia entre el bien y el mal, por eso vemos que el país es una crónica roja.
¿Existirá alguna diferencia entre la moral de un delincuente y la de quien utiliza medios masivos para publicar hechos tan lamentables como el mencionado?
Cuántas vidas pudieron salvarse por las mismas personas que estaban grabando como ocurrió, por ejemplo, con un médico que murió desangrado.
Vivimos una época en la que impera la indiferencia, en la que solo se busca satisfacer los intereses personales, ignorando la solidaridad y la compasión.
Cuando la sociedad vive en el desorden casi anárquico, tal como ocurre con la nuestra, comienzan a perfilarse en el horizonte figuras mesiánicas y autoritarias, tal como ocurre en otros países de la región.
Recordemos que en 1968 se instauró una fuerza militar que frenó el resquebrajamiento institucional para después permanecer en el poder por 21 años llevándonos al desastre social, político y económico. Esperamos que la solución se dé en el ámbito electoral.