“La corrupción no se combate con héroes, sino con decencia”
“Lo peor es que la corrupción crece con la complicidad silenciosa de los que callan y se acostumbran”, subrayó
“La corrupción no empieza con grandes escándalos, sino con una mentira, un favor indebido, en aprovecharse de alguien o en un atajo fácil”, advirtió con el arzobispo José Domingo Ulloa durante la homilía de este domingo en la Catedral Basílica Santa María la Antigua, con motivo de la Jornada Mundial del Turismo.
“Lo peor es que la corrupción crece con la complicidad silenciosa de los que callan y se acostumbran”, subrayó el celebrante, al recordar que el verdadero antídoto contra este mal no son los héroes, sino la decencia cotidiana.
“No necesitamos héroes para erradicar la corrupción personal, comunitaria o nacional. Lo que necesitamos es panameños y panameñas decentes, y somos la mayoría”, enfatizó, haciendo un llamado a construir un país basado en la honestidad. “Ser decente es pagar lo justo aunque nadie lo exija, es no robar tiempo en el trabajo, no aprovecharse de la necesidad ajena y no vender la conciencia por un favor”, agregó.
El sacerdote resumió el mensaje en una frase poderosa: “La corrupción degrada, pero la decencia dignifica. La corrupción destruye, pero la decencia construye. La corrupción divide, pero la decencia une”. Y concluyó con una reflexión que retumbó en la Catedral: “El mundo necesita más hombres y mujeres decentes que héroes espectaculares”.
Indiferencia: el pecado que mata el alma
En la misma línea, el mensaje dominical puso el foco en otro mal que destruye el tejido social: la indiferencia. “No es el dinero lo que condena, sino cerrar el corazón al hermano que sufre”, recordó citando a San Agustín, al tiempo que advirtió que el egoísmo es “el gran peligro de nuestros tiempos”.
La parábola del rico epulón y el pobre Lázaro sirvió como ejemplo para ilustrar cómo la falta de compasión puede condenar a una persona: “El rico no fue castigado por tener riquezas, sino por no abrir su corazón al necesitado”, explicó.
“El abismo más difícil de cruzar no es el económico, sino el que levantamos en el corazón cuando ignoramos al otro”, afirmó, señalando que miles de panameños siguen viviendo en la miseria, esperando atención médica, sin techo o sin comida, mientras otros derrochan en lujos y excesos.
La decencia cristiana como camino
La homilía insistió en que la verdadera fe no se mide por cuántas oraciones se recitan, sino por cuánto se hace por el hermano que sufre. “El grado de cercanía a Dios es el grado de cercanía al otro”, recordó.
También denunció que la indiferencia se ha vuelto una “enfermedad del corazón”, que nos hace insensibles al dolor ajeno. “Nos acostumbramos a ver tragedias como simples noticias y a pasar de largo frente a los necesitados”, lamentó, citando al Papa Francisco, quien ha llamado a combatir “la globalización de la indiferencia”.
Turismo con rostro humano
Finalmente, en el marco de la Jornada Mundial del Turismo, el mensaje fue contundente: esta actividad no puede reducirse a un negocio, sino que debe ser “un camino de encuentro, fraternidad y paz entre los pueblos”.
“Panamá necesita un turismo humano, responsable y solidario, que genere oportunidades para todos y sea signo de unión entre culturas”, señaló la Iglesia, llamando a no olvidar que detrás de cada visitante hay una historia y una persona que merece respeto.
La homilía cerró con un recordatorio que resonó en cada rincón del templo: “Desconocer al hermano necesitado es desconocer a Jesús. Solo con un corazón solidario podremos construir una mesa donde todos tengan lugar”.