Machado: Pronto presenciarán el regreso de los nuestros... y yo estaré allí
Venezuela volverá a respirar. Abriremos las puertas de las cárceles y veremos salir el sol a miles de inocentes que fueron encarcelados injustamente,
En Oslo, bajo luces frías y cámaras que casi parecían contener la respiración, la hija de María Corina Machado levantó el Premio Nobel de la Paz, mientras un auditorio entero escuchaba un discurso que no hablaba solo de política, sino de hogar, ausencia y retorno.
“Pronto, el mundo presenciará el regreso de los nuestros a casa, y yo estaré allí”, dijo la líder opositora en palabras leídas por su hija, como quien lanza una promesa al viento con la esperanza de que llegue intacta a Venezuela.
Fue una ceremonia solemne, pero no distante. Había un suspiro contenido en cada frase, un país entero en cada nombre y cada cifra.
Machado narró la historia de un pueblo que resistió entre colas, silencios forzados y abrazos despedidos en aeropuertos. Recordó una Venezuela que abrió los brazos a italianos, judíos, portugueses y exiliados del mundo, y contrastó ese pasado de puertas abiertas con el presente de fronteras rotas y familias partidas. Habló de niños presos, de madres que esperan noticias, de abuelos que ya no reconocen el sonido de una casa llena.
En la ceremonia, el Comité Noruego del Nobel no dio rodeos: acusó al régimen de Nicolás Maduro de sostenerse con el respaldo de Cuba, Rusia, China, Irán y Hezbollah, denunciando torturas, represión y el colapso social que expulsó a millones. La palabra “dictadura” cayó seca, directa, sin maquillaje.
Machado recordó la noche que lo cambió todo: las elecciones del 28 de julio de 2024, cuando —según afirmó— Edmundo González ganó con el 67% de los votos, en un país donde cada acta se volvió un acto de resistencia.
Luego vino el miedo: más de dos mil detenidos, adolescentes torturados, mujeres convertidas en moneda de cambio dentro de cárceles que nunca deberían haber existido.
Aun así, el discurso no se quedó en el dolor. Se elevó. Fue, sobre todo, un himno al regreso. A las abuelas volviendo a contar historias, a los hijos cruzando fronteras al revés, a las calles vibrando otra vez con risas y no con ecos de represión. Un relato donde la libertad no es un souvenir histórico, sino un músculo que hay que ejercitar todos los días.
El premio no fue para ella, insistió Machado. Fue para los que se quedaron, para los que marcharon y para los que un día volverán a cruzar la frontera con la ropa ligera y el corazón pesado.
El reconocimiento fue también dedicado a los protagonistas anónimos de la resistencia: “A los millones de venezolanos anónimos que arriesgaron sus hogares, sus familias y sus vidas por amor. Ese mismo amor del que nace la paz, el que nos sostuvo cuando todo parecía perdido y que hoy nos une y nos guía hacia la libertad. A ellos pertenece este honor. A ellos pertenece este día. A ellos pertenece el futuro”, proclamó María Corina Machado en Oslo.
Hoy, desde Oslo, la promesa quedó dicha en voz prestada, pero firme: Venezuela volverá a respirar. Y ella promete estar allí cuando eso ocurra.