El enemigo en casa: cuando el abuso sexual lleva anillo de compromiso
Rocío Martins
Crítica
El miedo y la vergüenza tejen una barrera invisible alrededor de un crimen que no siempre deja moretones en la piel, pero sí profundas cicatrices en el alma. El abuso sexual contra mujeres adultas es una realidad espeluznante que, con alarmante frecuencia, ocurre en el lugar que debería ser más seguro: el hogar, y es perpetrado por la persona que debería brindar protección: la pareja.
Ante la pregunta de si es violación cuando un hombre fuerza a su pareja o esposa a tener relaciones sexuales, la psicóloga Gabriela Arosemena, respondió contundente: "Absolutamente sí. Indistintamente de la relación de pareja... forzar a una persona, a tu pareja a tener relaciones sexuales cuando esta no quiere, sí constituye una forma de abuso sexual, de violación". Esta afirmación choca con creencias culturales profundamente arraigadas que normalizan la obligación sexual en el matrimonio.
La línea roja de la voluntad
¿Cómo definir entonces lo que constituye una violación? Arosemena aclara que el espectro es amplio y va más allá de la penetración forzada. "El abuso sexual también puede ser ese contacto físico no deseado... tener interacciones de contacto físico que sean no deseadas. Eso es lo principal. O sea, aquí el tema es la voluntad, y si la mujer no quiere, eso es lo que realmente define el abuso", explica. El acto se convierte en crimen cuando el consentimiento brilla por su ausencia. La experta desmitifica la idea de que exista un "perfil" de víctima. "Cualquiera puede ser víctima de violación, cualquier mujer, indistintamente de cómo se vea, de la edad que tenga", sentencia. El factor de riesgo no es la apariencia o la conducta de la mujer, sino la accesibilidad que el agresor tenga a ella, lo que con frecuencia apunta directamente a su círculo íntimo, a su pareja, un familiar o a un amigo.
Para Arosemena el estereotipo más dañino que hay que erradicar es: "ella se lo buscó ", por "cómo se vestía, porque andaba con falda corta, porque andaba sola de noche. O sea, ninguno de estos elementos son una invitación para que una mujer sea abusada sexualmente. Eso no es lo que debería pasar, pero desafortunadamente en la sociedad hoy día se ha normalizado ese tipo de pensamiento", asegura.
Las señales
La psicóloga asegura que quienes son víctimas de este flagelo muchas veces suelen guardar silencio, pero de igual forma son ellas mismas las que lo denuncian, pese a "tener mucho miedo de expresar lo que les pasa, de denunciar el delito, ya que su cuerpo y su mente envían señales de auxilio.
Las víctimas, según Arosemena, pueden presentar cambios conductuales drásticos: aislamiento, retraimiento, cuadros depresivos, alteraciones en el sueño y el apetito. "Son las secuelas de un trauma que las envuelve en una nube de culpa y miedo". Reacciones como "congelarse" o permitirlo el abuso son comunes. "No una invitación a la violación". Eso pasa "debido al miedo... el cerebro entiende que ella no va a poder hacerle frente, o sea, no va a poder luchar con su agresor, así que simplemente deja que suceda", aclara la psicóloga, desacreditando otro mito peligroso.
El doble castigo: la revictimización
Superar el trauma inicial es solo el primer paso. Muchas víctimas enfrentan la victimización secundaria, especialmente en el ámbito legal. "Se tiende a revictimizar nuevamente... el tener que volver a revivir el evento... el tener que decirlo. Eso puede ser también muy traumático", denuncia Arosemena. El proceso de denuncia, diseñado para hacer justicia, puede convertirse en un calvario que las obliga a revivir el horror una y otra vez.
Un camino hacia la sanación
Frente a este panorama, la experta tiene un mensaje claro para cualquier mujer que se sienta identificada con esta realidad: no está sola y puede sanar. Su recomendación es buscar "una red de apoyo con quien hablar, una persona de su confianza que posteriormente le pueda dar un acompañamiento a otros recursos como los legales... y paralelamente a una psicoterapia para empezar a sanar ese trauma".
Reitera que la violación "es un trauma que trae mucha culpa, depresión y hace estragos en la vida de una mujer".
Prevención
Desde el punto de vista de Arosemena, para prevenir este delito "más que todo se requieran cambios educativos y sociales, porque vivimos en una región donde hay mucho machismo, donde desafortunadamente las mujeres tienen que cuidarase un poco más de lo que socialmente debería ser.
Arosemena finaliza con un rayo de esperanza en la oscuridad: "No es imposible sanar tras el trauma, siempre y cuando se busque la ayuda idónea".
Sus planteamientos son un llamado a romper el silencio, a erradicar los mitos que culpabilizan a las víctimas y a entender que el cuerpo de una mujer, esté casada o no, le pertenece solo a ella. El primer paso para combatir este crimen es nombrarlo por lo que es: una violación.