Nacional - 10/9/25 - 01:52 PM

Cuidar los océanos empieza en tierra

Un estudio realizado por INECO señala que en el país se generan aproximadamente 1,2 kilogramos de residuos por persona al día...

 

Por: Redacción / Elías Tuñón, gerente general de Redeprosa / Opinión -

Septiembre, Mes de los Océanos, es un recordatorio de que la salud de estos ecosistemas depende tanto de lo que hacemos en la costa como de lo que ocurre tierra adentro. Organismos como el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) han señalado que la mayor parte de la contaminación marina proviene de actividades terrestres, desde plásticos y nutrientes hasta desechos industriales arrastrados por ríos y quebradas hacia el mar.

En América Latina, este desafío se hace evidente en la gestión de residuos. Según el Waste Management Outlook for Latin America and the Caribbean, al menos un tercio de los desechos urbanos en la región se deposita en vertederos abiertos o termina directamente en el ambiente, contaminando suelos y cuerpos de agua.

Panamá no escapa a esa realidad. Un estudio realizado por INECO señala que en el país se generan aproximadamente 1,2 kilogramos de residuos por persona al día, lo que equivale a unas 5.000 toneladas diarias, de las cuales una fracción significativa termina sin un manejo adecuado.

Ante este escenario, la economía circular se convierte en un enfoque indispensable. Su lógica es sencilla: lo que tradicionalmente se considera desecho puede convertirse en recurso. Esto no solo disminuye la presión sobre rellenos sanitarios y cursos de agua, sino que también abre la posibilidad de repensar la forma en que producimos y consumimos.

En Panamá, Redeprosa ofrece un ejemplo de cómo esta visión puede aplicarse a escala industrial. Desde hace más de dos décadas, procesa mensualmente más de 7.500 toneladas métricas de subproductos avícolas —vísceras, plumas y sangre— que de otra manera habrían terminado en vertederos o quebradas.

 En lugar de ello, se transforman en harinas y aceites que alimentan a otras industrias, cerrando un ciclo productivo que evita la generación de lixiviados y gases de descomposición, y reduce la presión sobre infraestructuras de manejo de residuos.

Aunque su operación no se desarrolla en zonas costeras, el impacto es directo: al evitar que estos materiales se conviertan en contaminación terrestre, se disminuye también el riesgo de que recorran el camino hacia los océanos. Redeprosa muestra cómo la economía circular puede convertirse en un mecanismo real para mitigar impactos ambientales y, al mismo tiempo, aportar valor a sectores productivos del país.

El mes de los océanos nos invita a ampliar la mirada. No basta con limpiar playas o proteger arrecifes; la verdadera protección marina comienza con la forma en que gestionamos lo que producimos en tierra. La reflexión es clara: cada decisión sobre residuos es también una decisión sobre la salud de los mares. Y mientras Panamá enfrenta el reto de replantear su modelo de manejo ambiental, experiencias como la de Redeprosa ofrecen un ejemplo concreto de que la economía circular puede ser parte de la respuesta.

En última instancia, los océanos son un espejo de nuestras prácticas en la tierra. Reconocer esa conexión es fundamental para construir un modelo de desarrollo más equilibrado, donde la sostenibilidad deje de ser un ideal y se convierta en parte cotidiana de nuestra vida productiva.