Panamá sangra: Ulloa exige fin a la violencia y muerte de nuestros jóvenes
El arzobispo fue claro: ya basta de miedo y de indiferencia. “No podemos acostumbrarnos a vivir con la muerte rondando nuestras calles
Durante la misa por la Jornada Mundial de los Pobres, el arzobispo José Domingo Ulloa no tuvo medias tintas: “La violencia nos golpea sin piedad”, dijo, y sus palabras retumbaron en cada rincón de la iglesia, como un espejo que nadie quiere mirar.
No hablaba solo de cifras ni estadísticas. Hablaba de gente real: del hambriento, del enfermo, del migrante, del preso, del vecino que sufre en silencio… y de los jóvenes que ya no están, como Esteban De León, Jesús Rodríguez y Antony Chani. Sus nombres todavía pesan en la memoria de todos.
“Nos duele lo que estamos viviendo. La violencia se ha convertido en una llama abierta en el corazón del país. Cada joven que se va, cada familia que llora en silencio, es un grito que pide justicia”, dijo Ulloa, mientras la gente escuchaba con el corazón en la mano.
El arzobispo fue claro: ya basta de miedo y de indiferencia. “No podemos acostumbrarnos a vivir con la muerte rondando nuestras calles. No podemos mirar para otro lado mientras los niños, los jóvenes y los vecinos pagan con su vida la indiferencia de todos”.
Y puso el dedo en la llaga: la responsabilidad no es solo del gobierno. Todos tenemos que actuar: autoridades, familias, escuelas, iglesias, medios, empresarios y vecinos. “La violencia no se vence con discursos bonitos ni culpando a otros. Se vence con decisiones valientes, justicia real y amor que se vea en acciones concretas”, sentenció.
Las cifras son duras: hasta septiembre, 438 personas han sido asesinadas en Panamá. Cada número es una historia, una familia, un vacío que nadie puede llenar. “Basta ya de muerte, pero sobre todo, basta ya de indiferencia”, repitió con la voz quebrada por el dolor.
Mientras tanto, la violencia sigue su camino: en Loma del Sapo, Pedregal, encontraron un cuerpo dentro de un carro calcinado.
El mensaje de Ulloa cerró con un llamado simple pero fuerte: mirar al que más sufre, tender la mano, sembrar esperanza donde otros solo siembran miedo.
“En los más vulnerables se manifiesta Jesús, y allí es donde tenemos que estar todos”, concluyó, dejando un silencio que duele y una pregunta en el aire: ¿hasta cuándo seguiremos de brazos cruzados?