No podemos vivir sin el chisme y le dedicamos una hora al día
La especialista sostiene que este comportamiento ayuda a las personas a compartir datos útiles y ofrece una vía para avisar sobre relaciones de confianza, riesgos o alianzas.
Una investigación hecha por la antropóloga de la Universidad Washington State, Nicole Hagen Hess, afirmó que “el chisme está presente en todos nosotros y en cada cultura cuando se dan las circunstancias adecuadas”, lo que explica por qué nos gusta tanto y no lo podemos evitar, informa en una publicación el medio Infobae.
Hess afirma que ni siquiera se requiere la ausencia de la persona de la que se habla: basta con referirse a alguien, presente o no, para que exista chisme. Además, No se limita a hablar a espaldas de alguien con mala intención.
La especialista sostiene que este comportamiento ayuda a las personas a compartir datos útiles para navegar las reglas y las jerarquías sociales, y ofrece una vía para avisar sobre relaciones de confianza, riesgos o alianzas.
Por otro lado, Frank McAndrew, profesor de Psicología en Knox College, Illinois, explicó a CNN que la capacidad para captar información sobre los demás representa una herramienta evolutiva. “Somos descendientes de personas que eran buenas en esto”, aseguró. Saber “quién se acuesta con quién” o “quién tiene poder” ofrecía una ventaja clave entre los primeros humanos.
Agrega McAndrew que, quienes se interesaban por la vida social sobrevivieron mejor y prosperaron. Esta habilidad, lejos de extinguirse, se canaliza hoy en la vida cotidiana y en el mundo digital: las redes sociales y los medios nos invitan a prestar atención incluso a desconocidos célebres, porque nuestro cerebro considera la información social como valiosa.
En cifras, la Universidad de California determinó que la persona promedio dedica cerca de 52 minutos diarios al chisme. Megan Robbins, psicóloga a cargo del estudio, explicó que gran parte de esas conversaciones permanece en un plano neutral. Solo el 15% de los chismes incluye juicios negativos; el resto concentra simples hechos sobre la vida ajena.
Dicho intercambio sirve para aprender normas no escritas, descubrir aliados y evitar conductas inconvenientes, como advierte Robbins: “Puedes establecer una relación hablando de otras personas y descubriendo algo sobre los demás en el grupo”.
Pero no todo es bueno, porque los efectos del chisme también pueden ser graves. Hess advierte que una mala reputación, extendida a través del chisme, destruye puestos sociales, oportunidades y hasta acceso a recursos. El chisme funciona como un mecanismo de control comunitario para regular o mejorar posiciones en la jerarquía local y, en ocasiones, neutralizar rivales.
Analizado por antropólogos, psicólogos y aficionados, el chisme atraviesa culturas y tiempos por razones que van desde la supervivencia hasta el entretenimiento. Como concluye la doctora Hess, “el chisme tiene consecuencias reales”. No se trata de un simple pasatiempo. En cada palabra y cada historia compartida, se define quiénes somos y cómo nos conectamos.