El Kenke y ‘darse un fresh’ era la vida de los acusados por Masacre del Búnker

El Kenke y ‘darse un fresh’ era la vida de los acusados por Masacre del Búnker

El Kenke y ‘darse un fresh’ era la vida de los acusados por Masacre del Búnker

El Kenke y ‘darse un fresh’ era la vida de los acusados por Masacre del Búnker

El Kenke y ‘darse un fresh’ era la vida de los acusados por Masacre del Búnker

El Kenke y ‘darse un fresh’ era la vida de los acusados por Masacre del Búnker

El Kenke y ‘darse un fresh’ era la vida de los acusados por Masacre del Búnker

Por: Eliécer Navarro / Crítica Impreso -

La investigación por la "Masacre en el Búnker" de Espinar revela que los presuntos responsables eran fumones de marihuana que frecuentaban los predios del lago Gatún a darse un "fresh" (chapuzón) y meterse sus "bates". El autor material de las ejecuciones alardeó de que acababa de cometer "5 H" (cinco homicidios) y cuando su cómplice se dio cuenta de la magnitud del crimen, y trató de recriminarle, la respuesta que recibió fue: "¡eres cuequito o qué!"

Testimonios de sobrevivientes, familiares de víctimas y victimarios, amigos, conocidos, y uno de los imputados por el crimen múltiple, detallan los espantosos últimos momentos de siete jóvenes, que lo único que querían aquella lluviosa mañana del 17 de julio de 2020, era pasar un buen rato en el lago Gatún.

El expediente armado por el Ministerio Público muestra también drásticos contrastes entre las versiones de los seis muchachos que se salvaron y la de uno de los atacantes (que afirma hizo todo "obligado" bajo amenaza de muerte). Además, expone fallas en el proceso investigativo, que pusieron momentáneamente a un hombre inocente tras las rejas.

El grupo de los “Friends”

El lunes antes de la tragedia, un grupo de muchachos y muchachas en edades de entre 16 y 23 años, se habían puesto de acuerdo en realizar un paseo al lago Gatún, y así bañarse y pasar el rato. Para organizarse crearon un grupo de Whatsapp. Nombraron al grupo "Friends", y el día fijado fue el viernes 17 de julio.

Mientras se acercaba la fecha, se fueron sumando más participantes, hasta llegar a 13.

De este grupo, siete no regresaron jamás: Leidis Mabel Mariota Villagreta, Yeleni Mariota Villarreta, Santiago Carbajal Hormiga, Vladimir Garay Caparrosa, Edgar Jiménez , Azucena Martínez, y Yulisa Martínez Daley. Las Mariota y las Martínez eran hermanas.

El punto de encuentro fue la casa de Azucena Martínez, en Puerto Escondido, Valle Verde, la 2-4, sector A, a las 9 de la mañana. La mayoría llegó en bus hasta la parada del sector, y caminó hasta la residencia de la chica.

Solo Azucena y su amiga Leidis conocían el camino a pie para llegar al lago. Eran unos 30 minutos cruzando la carretera y atravesando un espeso monte.

Se dividieron en 2 grupos, uno liderado por Leidis, y el segundo por Azucena, y se encontraron en el último tramo antes de llegar. Leidis llevaba un machete con el que abría el camino a sus acompañantes.

Antes de que llegaran comenzó a llover, y los jóvenes se cambiaron de ropa, poniéndose algunos vestidos de baño y otros prendas más ligeras.

El grupo completo llegó a orillas del lago a eso de las 11:00 de la mañana. Dejaron sus ropas y pertenencias bajo un árbol y algunos se metieron al agua. Como 30 minutos después de haber llegado, quedaron sobresaltados por un estruendo. Era un disparo al aire.

Frente a ellos habían aparecido dos sujetos. Uno era bajito y de piel oscura. Estaba con una especie de mascarilla con diseño de la bandera de EE.UU., y portaba una pistola que acababa de usar para anunciar su entrada. Llevaba gorra, camiseta oscura, un pantalón playero y una cangurera negra.

El otro sujeto era más alto, de piel más clara, y vestía pantalón crema y un suéter descrito como "claro". Como no llevaba ninguna máscara, los muchachos pudieron notar sus múltiples marcas de acné en el rostro, y una cicatriz en el labio superior.

"¡Salgan del agua!", fue el grito que recibieron del pistolero. Mientras salían, el otro atacante tomaba sus pertenencias: celulares, dinero, cédulas, relojes y una bocina. Todo lo metió dentro de la mochila de una de las sobrevivientes, y también tomó el machete con que Leidis había abierto trocha para llegar.

El moreno encapuchado les preguntó de dónde eran, a lo que Azucena les respondió que eran de la 2-4, pero otros dijeron que eran de Buena Vista.

En ese momento, los obligaron a separarse en dos grupos: los de la 2-4 (9 muchachos) y el resto, que se quedaron en la orilla sentados.

El desconcierto se convirtió en horror cuando el de la máscara miró lujuriosamente a las muchachas y les dijo "están buenas para violarlas". Al menos tres de los sobrevivientes también testificaron que el otro atacante, con machete en mano, le gritó al moreno: "¡Mételes un pepazo en la cabeza!" para que se callaran.

Los maleantes decidieron llevarse al grupo seleccionado monte adentro, hacia una zona donde se ubicaba un abandonado búnker militar del ejército estadounidense. En el camino Azucena y otros les rogaban que no les hicieran daño, y que no dirían nada a nadie. De repente, uno de los chicos sufrió un ataque de pánico, y cayó al suelo llorando incontrolablemente, a lo que otro compañero se agachó para calmarlo.

Al ver los atacantes que la crisis nerviosa del chico los estaba retrasando, dejaron a ambos ahí y se llevaron a las siete víctimas hasta el búnker. Esto fue aprovechado por el nervioso y su amigo para correr hasta la orilla, donde estaban otras 4 chicas y salieron todos huyendo.

No lo sabían en ese momento, pero nunca más volverían a ver a Leidis, Yeleni, Santiago, Vladimir, Edgar, Azucena y Yulisa.

Asustados y cubiertos de lodo, los seis jóvenes caminaron durante horas, pues ninguno conocía bien el camino de regreso. En su trayecto se encontraron con varias casas que estaban vacías. Luego se toparon a un señor sentado en el portal de su casa. Le pidieron agua para lavarse, pero les contestó que todos los tanques en el lugar estaban sucios.

Más adelante, otro señor les prestó una manguera y pudieron quitarse el barro. Este mismo hombre dijo que lo esperaran, porque saldría a buscaría a la policía, pero ellos prefirieron irse. Temían que los atacantes los estuvieran buscando.

Llegaron hasta la estación Terpel de Espinar donde se encontraron con dos policías y les contaron todo. Los uniformados les tomaron los datos y los llevaron hasta la subestación de Margarita. Como no tenían dinero, les prestaron un dólar a cada uno y los dejaron en los Cuatro Altos de Colón para tomar un bus. Cada uno se fue para sus casas y contaron a sus familias la terrible experiencia que habían sufrido.

Esa madrugada, uno de los sobrevivientes recibió una llamada. Era la madre de Azucena para saber por qué no había regresado. La chica se fue al paseo olvidando su celular en casa.

Encuentran a víctimas y agarran al que no era

En la mañana del sábado 18 de julio, el cabo Fidencio Martínez y el agente Mark Rangel encontraron parte de la ropa de los jóvenes a orillas del lago Gatún. Caminando hacia la zona del búnker, se toparon con los cuerpos de dos chicas. Eran Azucena y Yulissa, ambas con disparos en la cabeza.

Dentro del búnker, la escena del crimen quedaba completa. Eran en total siete cadáveres.

Las autoridades policiales de Colón, acostumbradas a lidiar con ajusticiamientos de las pandillas, matanzas del narcotráfico y crímenes pasionales, estaban ahora ante un caso especialmente perturbador: la masacre despiadada de siete jóvenes, sin ningún móvil deducible a simple vista.

Las investigaciones iniciales se centraron en tratar de crear un retrato del atacante que no llevaba máscara. Basándose en la descripción de los sobrevivientes, unidades de la Subdirección de Investigación Judicial en Colón dibujaron un rostro, y las pesquisas llevaron a los investigadores hasta un muchacho llamado Miguel Almanza. Una marca en el labio parecía ser la clave para identificarlo.

Al menos uno de los muchachos al ver una fotografía de Miguel Almanza, lo identificó de forma positiva. Al joven lo fueron a buscar a su casa el 19 de julio y le pusieron las esposas. Al día siguiente, un juez de garantías legalizó su aprehensión y ordenó su detención provisional.

Pero tenían al hombre equivocado.

"Rey" y "Niñito"

En una entrevista dada a fiscales el 22 de julio, la madre de Yeleni y Leidis, dijo a la fiscalía que Yeleni le había advertido sobre un vecino al que le apodan "Niñito", y que la había estado pretendiendo desde hacía tiempo, pero ella no quería nada con él. Días antes, "Niñito" le escribió un chat desde un número desconocido, en el que la amenazaba de que "ella sería de él como fuera".

Esta versión fue corroborada por el relato de otro pariente de la chica, quien narra que "Niñito" afirmó que si la veía con otro muchacho y lo llevaba a Valle Verde, le iba "a dar bala".

A estos testimonios se suman las palabras de varios conocidos de "Niñito" y testigos que pidieron protección de su identidad. Estos coinciden en que tanto "Niñito" como otro muchacho muy violento, conocido como "Reycito", pero que también le llaman "Rey" y "Pichulín", fueron juntos al lago esa mañana.

La identidad de "Niñito" fue esclarecida por las autoridades. Se trata de Jan Carlos Hernández Fuentes, un residente del área; en tanto que el verdadero nombre de "Rey" es Reynaldo Antonio Cuadra McBean.

Un testigo afirmó que esa mañana, "Niñito" y Rey se encontraron en la casa de un amigo en común, apodado "Chino". Ahí Rey invitó a todos a ir a "echarse un fresh" en el lago, pero solo Niñito aceptó. El resto debían terminar un trabajo de construcción en la casa.

Un testigo protegido asegura que el 17 de julio a las 6:40 de la tarde, estaba en Puerto Escondido, Valle Verde, cerca a uno de los caminos para ir al lago, cuando vio a "Niñito" caminando rápido y mirando hacia todos lados. Llevaba el torso descubierto, pero sostenía una camiseta en sus manos. Pudo apreciar cómo atravesaba una zona pantanosa que comunica al patio trasero de la casa donde todos saben que "Niñito" vive con su mamá.

Las piezas comenzaron a encajar el 3 de agosto. Un hermano de Jean Carlos se acercó a la policía y les dijo que su hermano "Niñito" le había confesado todo, pues estaba "perturbado" y asustado de que "Rey" lo mataría por hablar. El muchacho estaba dispuesto a confesar todo.

Resultó que "Niñito" era el atacante con el rostro descubierto. Era el verdadero hombre de la cara cubierta de cicatrices de acné y una marca en el labio superior.

El 4 de agosto, Jean Carlos Hernández Fuentes, alias "Niñito" fue trasladado al cuartel de la policía. Ahí expresó que deseaba comunicarse con su abogada y estaba dispuesto a colaborar.

No fue sino hasta el viernes 2 de octubre de 2020 que el sistema judicial desligó totalmente del caso a Miguel Almanza, el primer sospechoso.

La confesión

Según Jean Carlos Hernández Fuentes, a las 10 de la mañana del 17 de julio estaba en la casa de "Chino", cuando llega Reycito y los invitó a todos a bañarse al lago, pero solo fueron ellos dos. Tomaron el camino de la 2-4 de Puerto Escondido, que conduce al túnel de la autopista. Luego subieron por una finca de plátano, y caminaron 15 minutos más hasta llegar al lago. Fue ahí que avistaron al grupo de 13 jóvenes.

De aquí en adelante, algunos detalles de la confesión de "Niñito" se contradicen con lo señalado por los sobrevivientes de la Masacre del Búnker.

"Niñito" afirma que estaba pensando en "tirarle cinta" a alguna de las chicas a ver cuál le hacía caso, y de pronto Rey soltó un tiro al aire.

"¡Ey mop, cuál es tu locura!", asegura Niñito que le dijo a su compañero, quien ya se había puesto la máscara. La respuesta que asegura recibió fue "toma los celulares, si no, te vas a morir".

En su versión, "Niñito" jura que todo lo que hizo esa mañana fue bajo amenazas de muerte de "Rey"... Que trató de convencerlo de que no intentara violar a nadie, pero que éste le respondía "es que eres cuequito o qué". Antes de los homicidios, Jean Carlos alega que le dijo a Cuadra que por qué no dejaba ir a los chicos, si ya le habían robado los celulares y que éste le gritó: "¡cállate maricón!".

También confirmó que dos de los jóvenes que se llevaron para el búnker fueron dejados a medio camino porque uno de ellos se estaba "quedando sin aire".

Cuenta que Rey metió a 5 jóvenes en el búnker, y él se quedó afuera con Azucena y Yulisa. Ambas lloraban abrazadas. "No corras porque te va a ir mal", amenazó Cuadra antes de entrar al búnker. Entonces, se escucharon las detonaciones.

Rey salió y dijo que ahora tenía "5 H" (por "homicidios"). Seguidamente se acercó a las dos chicas y comenzó a manosearlas, pero ambas lo empujaron.

Niñito insiste en que él se opuso a las intenciones de Rey, que le dijo "no hagas eso" y éste luego lo empujó, para luego dispararle en la cara a Yulisa. Azucena dio dos pasos atrás e intentó correr, pero recibió dos tiros: uno en la cabeza y otro en la espalda.

Afirma que luego Rey apuntó en su contra, pero ya se había quedado sin balas. Lo amenazó: "Te salvastes que se me acabaron los tiros, pero ahora te toca callar y no decir nada. Si tú hablas, te mato a tus hermanos y a tu mamá".

Contradicciones

Resalta que lo testificado por "Niñito" difiere de las declaraciones de los sobrevivientes, quienes lo describen como partícipe del hecho, que se armó con el machete que trajo Leidis y que en un momento gritó: "¡Mételes un pepazo!".

Otro elemento en contra de "Niñito" es que familiares de una de las víctimas lo señalan de que la había estado acosando por chat.

Pero el hermano de Jean Carlos afirma que "Niñito" está arrepentido.

Un morador testificó que el 2 de agosto pudo ver a un atormentado "Niñito", contemplando el suicidio. "Ayúdeme, si no le haré caso al árbol. El árbol me dijo que mejor me guinde", le escuchó decir.

"Rey" ya ha estado dos veces preso e investigado por homicidio: una en el 2015 y otra en el 2019, y estuvo recluido en el pabellón 6 de la cárcel de Nueva Esperanza.

Miguel Almanza ha sido sobreseído definitivamente de los cargos que se le impusieron. 'Me siento bien y le doy gracias a Dios porque siempre he sido inocente', dijo este viernes a su salida de las instalaciones del Sistema Penal Acusatorio en Colón.

Mientras tanto "Niñito" y "Reycito" están tras las rejas, a la espera de que el sistema de justicia determine sus destinos.

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