Nacional - 13/9/25 - 11:54 AM

Ulloa: Hugo Spadafora se convirtió en símbolo de resistencia

Este sábado 13 de septiembre se cumplen 40 años de la desaparición y cruel asesinato de Hugo Spadafora.

 

El arzobispo de Panamá, monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, resaltó que la memoria del Dr. Hugo Spadafora Franco, cruelmente asesinado un 13 de septiembre de 1985, en plena dictadura militar, nos conduce a reflexionar sobre cuatro palabras inseparables: verdad, justicia, reconciliación y perdón, y que su asesinato fue, en cierto modo, un punto de no retorno, ya que Panamá entendió que "no podía seguir viviendo bajo el miedo"

En su homilía por el 40 aniversario de la desaparición del Dr. Spadafora Franco, Ulloa Mendieta sostuvo que los jóvenes deben saber que la democracia que hoy disfrutan tuvo un costo. Que la libertad de expresión, el derecho a manifestarse, la posibilidad de elegir a sus gobernantes, fueron conquistas dolorosas.

A continuación, el texto íntegro de la homilía de monseñor José Domingo Ulloa en el 40 aniversario de la desaparición de Hugo Spadafora Franco:

 

  • El deber de recordar

Queridos hermanos y hermanas:

Hace más de un siglo un filósofo advertía: “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. Esa sentencia sigue siendo actual en nuestra Panamá. Hoy recordamos uno de los episodios más oscuros de nuestra vida republicana: la desaparición y cruel asesinato del Dr. Hugo Spadafora Franco, ocurrido un 13 de septiembre de 1985.

Cuarenta años después, esa fecha no se ha borrado de la memoria colectiva. Todavía duele. Todavía interpela. Todavía nos llama a reflexionar sobre lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos ser como Nación. Este crimen macabro no debe quedar como un hecho aislado del pasado, sino como un llamado permanente a cuidar la democracia, defender la libertad y fortalecer la justicia.

Nos reunimos en esta conmemoración no para abrir viejas heridas, sino para honrar la memoria de un hombre que se convirtió en símbolo de resistencia y para pedir a Dios la gracia de caminar hacia la reconciliación verdadera.

I. Hugo Spadafora: un hombre, un médico, un servidor

Hugo Spadafora no fue solo una figura política. Fue médico, servidor, hombre de ciencia y de conciencia. Ejerció su profesión en lugares apartados como el Darién, donde atendió a comunidades olvidadas. Allí conoció de cerca la pobreza, el abandono, el sufrimiento de los más débiles.

Su sensibilidad humana lo llevó a comprometerse con las causas de la libertad y de la justicia, no solo en Panamá, sino en otros países de Centroamérica. Su opción por la dignidad del ser humano fue una opción peligrosa en tiempos en que disentir podía costar la vida.

Recordarlo hoy es reconocer que la historia no la escriben únicamente los poderosos. También la construyen hombres y mujeres que, con sencillez y valentía, asumen riesgos en defensa del bien común. Su voz fue profética porque denunció abusos, señaló injusticias y defendió la vida con todas sus consecuencias.

II.  El contexto de un crimen que marcó época

Para comprender el impacto de su desaparición, es necesario recordar el contexto histórico. Panamá vivía bajo un régimen militar que había limitado libertades, perseguido a opositores y debilitado las instituciones democráticas.

El 13 de septiembre de 1985, cuando se conoció la noticia de su muerte, la sociedad panameña quedó estremecida. Fue un crimen cruel que expuso, de manera descarnada, la violencia de un sistema que no toleraba voces disidentes.

La reacción no se hizo esperar: protestas ciudadanas, declaraciones de organizaciones internacionales, manifestaciones de solidaridad hacia la familia Spadafora. Muchos que hasta entonces se mantenían al margen decidieron participar en la vida pública. Se encendió una llama que ya no pudo ser apagada y que, años más tarde, desembocaría en el fin de la dictadura militar y la recuperación de la democracia.

Este crimen fue, en cierto modo, un “punto de no retorno”. Panamá entendió que no podía seguir viviendo bajo el miedo. El sacrificio de Hugo Spadafora se convirtió en un signo de resistencia y en semilla de libertad.

III.  Hacer memoria para construir futuro

Recordar a Hugo Spadafora es más que un acto de justicia histórica. Es un acto pedagógico y espiritual. La memoria es necesaria porque nos enseña a valorar lo que tenemos.

Hoy vivimos en un país con mayor libertad de expresión, con instituciones democráticas más sólidas, con espacios para el debate ciudadano. Pero nada de esto fue gratuito. Se conquistó con sacrificio, con dolor, con la sangre de quienes dieron la vida.

Por eso, conmemorar este aniversario es también recordar que la democracia es frágil si no la cuidamos. La tentación del autoritarismo, de la corrupción o de la impunidad siempre está al acecho. Y si olvidamos lo que nos costó recuperar la libertad, corremos el riesgo de perderla.

La memoria, entonces, no nos ata al pasado. Nos impulsa hacia el futuro. Nos ayuda a no repetir errores y a construir un Panamá donde la dignidad de cada persona sea respetada.

IV.  La Palabra de Dios ilumina nuestra historia

En medio de este dolor humano, la Palabra de Dios nos ofrece luz. El Salmo 84 proclama: “La misericordia y la verdad se encuentran, la justicia y la paz se besan”.

Este texto nos recuerda que la verdadera paz no es la simple ausencia de conflictos, sino el fruto de la justicia. Y la justicia solo es posible cuando la verdad sale a la luz.

Jesús mismo dijo: “La verdad los hará libres” (Jn 8,32). La mentira esclaviza; la verdad libera. Por eso los pueblos no pueden vivir en el engaño ni en la manipulación. Tarde o temprano, la verdad se abre paso.

El profeta Isaías nos da una imagen poética y poderosa (Is 2,4): “De las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas; no se adiestrarán más para la guerra”. Esta visión nos invita a transformar la violencia en vida, la división en fraternidad, el odio en reconciliación.

V. Verdad, justicia, reconciliación y perdón

Queridos hermanos, la memoria de Hugo Spadafora nos conduce a reflexionar sobre cuatro palabras inseparables: verdad, justicia, reconciliación y perdón.

· Verdad: No puede haber paz sin verdad. Ocultar, manipular o distorsionar los hechos solo prolonga la herida.

· Justicia: La justicia consiste en dar a cada uno lo que le corresponde. No se trata de venganza, sino de reconocimiento, reparación y dignidad.

· Reconciliación: Una sociedad solo sana cuando logra mirarse de frente, asumir sus errores y decidir caminar unida.

· Perdón: Este es el paso más difícil. El perdón no es olvidar, ni justificar el mal. Es liberar el corazón del rencor. Y esto no es posible sin la gracia de Dios. El Espíritu Santo es quien hace posible que podamos dar este salto, tanto a nivel personal como nacional.

VI.  El mensaje para las nuevas generaciones

Hoy, cuarenta años después, muchos jóvenes no vivieron aquella época de dictadura y represión. Para ellos puede sonar lejano. Por eso, nuestro deber es transmitirles la memoria viva.

Los jóvenes deben saber que la democracia que hoy disfrutan tuvo un costo. Que la libertad de expresión, el derecho a manifestarse, la posibilidad de elegir a sus gobernantes, fueron conquistas dolorosas.

Hugo Spadafora se convierte así en maestro de la historia para las nuevas generaciones. Les enseña que la dignidad humana está por encima de cualquier poder. Les recuerda que el compromiso ciudadano no es opcional. Y les inspira a ser protagonistas de un Panamá más justo, más solidario y más fraterno.

VII.  Nunca más

Queridos hermanos y hermanas, desde este altar levantamos un clamor que debe resonar en la conciencia nacional:

¡Nunca más!

· Nunca más un Panamá donde se silencie a alguien por sus ideas.

· Nunca más un país donde la vida humana se desprecie.

· Nunca más una sociedad que tolere la impunidad.

· Nunca más un pueblo que cierre los ojos ante la injusticia.

VIII.  Un llamado pastoral

Como Iglesia, nuestro papel es acompañar estos procesos de memoria y reconciliación. Estamos llamados a ser testigos de la verdad, defensores de la justicia, constructores de paz y promotores del perdón.

No podemos quedarnos en el simple recuerdo de un mártir de la democracia. Debemos asumir el compromiso de educar en valores, de formar conciencias libres, de promover la cultura del encuentro y del diálogo.

La reconciliación no significa olvidar lo sucedido, sino mirar con madurez nuestra historia y decidir que no vamos a repetirla. Significa sanar la memoria, perdonar con la fuerza del Espíritu y construir juntos un país donde reine la justicia y la paz.

Conclusión: esperanza en el Espíritu Santo

Hermanos, al recordar a Hugo Spadafora después de 40 años, no nos quedamos en la nostalgia ni en el dolor. Elevamos nuestra mirada a Dios, fuente de toda justicia y paz.

Creemos que el Espíritu Santo sigue actuando en nuestro pueblo, tocando corazones, inspirando a los jóvenes, despertando conciencias. Solo Él puede hacer posible la reconciliación verdadera, que es don de Dios y tarea nuestra.

Que este aniversario sea semilla de esperanza. Que nos ayude a vivir como una gran familia reconciliada, donde la justicia y la paz finalmente se besen. Y que podamos proclamar con firmeza y esperanza renovada:

¡En nombre de Dios, nunca más!

† Amén.