La "Causa Justa" más injusta en la historia de Panamá

Por: Redacción -

La noche, despejada y poco calurosa, como sucede con la entrada de la corta época de seca en el Istmo, transcurría tranquila y en el laboratorio de la Universidad de Panamá nada hacía presagiar alguna tragedia natural ese 19 diciembre de 1989.

Pero unos 30 minutos antes de la media noche, la luz roja del sistema de alerta sísmica se disparó, segundos después de una ensordecedora explosión a la que siguieron decenas, cientos de otras más hasta perderse la cuenta, en medio de un atronador ruido de turbinas.

El sismógrafo registró un temblor de 5 grados de intensidad en la escala de Richter, pero quienes estaban de guardia descartaron un movimiento telúrico cuando vieron con claridad sobre las instalaciones del complejo universitario oleadas de aviones que atravesaban la ciudad de este a oeste en vuelo rasante.

Nadie sabía que eran cazabombarderos F117-A Stealth, los cuales el presidente de Estados Unidos, George H. W. Bush, estrenaba en ese momento en el bombardeo a áreas densamente pobladas de El Chorrillo y otros lugares, como parte de un complot con la clave secreta "Cuchara Azul", irónicamente bautizado "Operación Causa Justa".

El sismógrafo registró 417 detonaciones desde la primera, en los minutos finales del día 19, hasta la última, varias horas después en la madrugada del 20, cuando ya El Chorrillo estaba en ruinas y sus vecinos, sorprendidos en el reposo familiar, no daban crédito a aquella desolación y muerte que los sepultaba.

Los Stealth lanzaron impunemente sus bombas de 1900 kilogramos sin el riesgo de alguna cortina de fuego que les hiciera resistencia en los 27 objetivos atacados simultáneamente, y lograron su propósito de sembrar el pánico y la desorientación entre los sorprendidos militares panameños y los civiles.

La aviación destruyó aeropuertos como el de Punta Paitilla, el Cuartel Central en El Chorrillo, el de Tinajitas, el de Panamá Viejo, el de Los Pumas, la base militar de Río Hato (donde funcionaba el instituto militar Tomás Herrera,) y la Base Naval de Coco Solo, entre otros muchos.

No medió ninguna declaración de guerra previa y el crimen fue condenado por la Asamblea General de ONU y la Organización de Estados Americanos, pero sin ninguna consecuencia para los agresores. El masivo y sorpresivo ataque aéreo preparó las condiciones para el despliegue de 26 mil hombres armados hasta los dientes, quienes, no obstante, su aplastante superioridad numérica y en armas, encontraron una resistencia popular inédita.

H. W. Bush, el mismo que en 1991 arrasaría también con parte de Irak antes de que su hijo W. Bush la acabara de destruir en 2003, usó el mismo argumento de siglos pasados para justificar la invasión: proteger la vida de ciudadanos norteamericanos que residían en Panamá. Por supuesto, nunca estuvieron amenazados.

Ante esa gastada y jamás creída justificación en todos los países que han atacado, Bush -padre- dijo que la invasión era para detener a Manuel Antonio Noriega y combatir el tráfico de drogas, objetivo que hubiera podido cumplir cualquier comando

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