No maten a policías: Cuando se rompe el control de daños
Lo más alarmante no es solo el crimen. Es la ausencia de temor. El mensaje que se está enviando desde el bajo mundo es claro: ya no respetan el uniforme,
Dos muertos en un solo ataque armado. Un oficial asesinado mientras cumplía con su deber. Un sicario que se acerca sin miedo y dispara a corta distancia. Esa escena no solo duele: grita. Grita que algo profundo se rompió en la seguridad del país.
Lo más alarmante no es solo el crimen. Es la ausencia de temor. El mensaje que se está enviando desde el bajo mundo es claro: ya no respetan el uniforme, ya no temen a la autoridad, ya no existe esa línea invisible que antes decía “con la Policía no”.
Esa regla no escrita —que funcionaba como un control de daños— se perdió hace años, tras la invasión y el nacimiento de una Fuerza Pública civil que nunca terminó de blindarse frente al crimen organizado.
Cuando en una sociedad se llega al punto de disparar con intención de matar a un policía, estamos ante un campanazo. No es una anécdota ni una estadística más. Es una alerta roja de que los valores básicos se erosionaron y de que el Estado está fallando en imponer respeto sin renunciar al Estado de Derecho.
El uniforme se respetaba. Hoy, ese valor desapareció.
Y no se puede maquillar la realidad con narrativas cómodas: que si fue “guerra entre pandillas”, que si “ajuste de cuentas”, que si “hecho aislado”. No lo es. El asesinato de un policía en servicio es una afrenta directa al Estado panameño y exige una reacción firme, institucional y sin titubeos.
Aquí no se trata de venganza ni de discursos inflamados. Se trata de control de daños. De enviar un mensaje claro: no se mata a policías. Porque cuando el Estado no se hace respetar, la violencia se normaliza y la calle manda.
Señores del Gobierno —desde el Presidente de la República, el Ministro de Seguridad, los jefes de los estamentos y directores— ustedes tienen el deber constitucional de garantizar la paz y proteger al ciudadano. Y también de respaldar a sus subalternos, dignificando su misión institucional con hechos, no solo con palabras.
PLAN DE CONTROL DE DAÑOS
- Limpiar la Fuerza Pública es la primera tarea.
Combatir la corrupción policial en paralelo a la penetración criminal. Auditorías reales y revisión de cuentas bancarias de oficiales superiores en actividad. Sin excepciones. - Fortalecer el mando civil de la Policía.
Nombrar un subdirector civil con experiencia judicial, preferiblemente un fiscal con hoja de servicio íntegra. Investigaciones sólidas que no se caigan en audiencia. - Bloqueo efectivo de las cárceles.
Ante la muerte de un policía, el Estado debe ejercer su poder legítimo. Cero visitas en diciembre. El mensaje llega directo donde tiene que llegar. - Arqueo externo de armerías y municiones.
Auditores independientes revisando armas y balas. Cada munición debe tener responsable. - DIJ bajo control del Procurador.
Funciones de investigación judicial sin contaminación operativa, para garantizar credibilidad y resultados.
Esto no es una guerra, pero tampoco es tiempo de tibiezas. El respeto a la autoridad no se negocia. Cuando se pierde, la factura la paga el policía en la calle… y el ciudadano común en su casa.
Hoy más que nunca, el país necesita una señal clara.
No maten a policías. Porque cuando cae uno, se tambalea toda la sociedad.