JOSÉ DE JESÚS FRANCISCO ZÚÑIGA CHAVARRÍA COSTA RICA – MÉXICO 1912 - 1998
Parte final del artículo: “La tierra sustantiva”, escrito por Jaime Moreno Villarreal y tomado de: http://www.latinartmuseum.com/zuniga.htm
Algunos de los dibujos contenidos en la presente muestra establecen correspondencias con obras principales de Zúñiga. Por ejemplo, el pronunciado escorzo de la Mujer sentada, 1980, evoca por un instante la litografía Soledad acostada, 1973, una de las obras definitorias de su lenguaje plástico.
Esa Soledad debió ser una modelo muy estimada por Zúñiga; sus rasgos faciales únicos y, de algún modo, colectivos y absolutos son los del extraordinario bronce Mujer sentada, 1975, que en esta oportunidad se exhibe, obra depuradísima que resume algunas de las inquietudes fundamentales del escultor: el equilibrio entre hieratismo y belleza, así como el aporte del arcaísmo de la escultura mesoamericana a la plasticidad de las corrientes internacionales.
Otro dibujo que exhibe correspondencias con obras más conocidas es Mujer con paño, 1980, cuyo despliegue de hombros lo señala como afín a los estudios que hiciera el artista para el relieve en bronce El tendedero, 1980. De nueva cuenta, un dibujo intermedio, del mismo título que el relieve, revela que Zúñiga estaba investigando por ese tiempo la postura frontal de una mujer colgando una sábana de un lazo, gesto que en el dibujo exhibido se restringe al arreglo de su gran paño al que, por un momento, podríamos sustituir por la imagen de una mujer colgando una tela en el tendedero. A su vez, esas sólidas piernas semiabiertas nos devuelven a aquella pescadora corpulenta que recibe de frente el viento del mar, y asientan la característica estructura trapezoidal del cuerpo femenino en la obra del artista, por medio de la cual logró entablar una imagen de aplomo relacionada con la fertilidad y la pertenencia a la tierra, definitoria de su vocación indigenista.
La misma estructura nos permite allegar de modo insólito la obra de Zúñiga a la de otro artista centroamericano, mexicano por adopción: Carlos Mérida. En su etapa más geométrica, inaugurada en los años cincuenta, las estructuras triangulares y trapezoidales se hacen características de la abstracción antropomórfica en la obra de Mérida. Ambos artistas son señeros de la segunda etapa del indigenismo en México, posterior a la crisis de las políticas integradoras de la posrevolución. Si sus trayectorias fueron divergentes (Carlos Mérida fue un vanguardista polifacético, cuyos intereses múltiples fluctuaron de la música y la danza a la arquitectura, mientras que Zúñiga se mantuvo como un crítico de los movimientos de vanguardia) es indudable que, en el saldo final del siglo XX, ambos artistas constituyen los ejemplos más acabados, aunque ciertamente distantes, del impulso indigenista en la plástica mexicana, más allá de los primeros logros del muralismo y del Taller de la Gráfica Popular.
En su concepción de la mujer indígena, Francisco Zúñiga permanece como un artista que jamás cedió al paternalismo oficial, en la medida en que libró su diario combate contra la banalidad de la representación estilizada. En sus propias palabras: "Siempre tengo los mismos problemas para resolver una figura, siempre me encuentro con que ignoro todo lo que he hecho antes, y a pesar de que a veces repito una figura, me es igual, no se me da de memoria una mano o una cabeza..."
Continúa.