Genios
Cuando lo conocí era un chiquillo de unos diez años que vestía saco y corbata al ir a alguna actividad infantil. Sus padres pertenecían a un alto nivel económico y profesional. Me presentaron al pelao y dijeron con orgullo que era ¡un genio! Explicaron que en la escuela le hicieron un estudio para conocer su nivel de inteligencia y el resultado fue alto. Hablar con el chiquillo era sorprendente. La forma cómo expresaba sus ideas, las palabras utilizadas, indicaban una personalidad varios años superior a la edad que tenía. Con los años el genio se sintió incómodo en centros educativos, que le quedaban “chicos” para su inteligencia.
Su personalidad era dinámica y a veces le aburrían actividades que a personas normales no afectarían. Por eso no pudo soportar los rigores de una carrera universitaria, a pesar de que estuvo en varias, tanto de aquí como del exterior. Ya adulto le costó integrarse a esta sociedad común y corriente y su desarrollo ciudadano no fue satisfactorio. Tampoco duraba en los trabajos...
Pensé en este caso al enterarme de que el Ministerio de Educación “identifica” todos los años entre veinte a cincuenta genios criollos. Saben que ellos necesitan una atención especial para desarrollar sus talentos intelectuales y sociales, algo que en países desarrollados conocían hace cincuenta años. Aquí crearon el año pasado un programa de “Aptitudes Sobresalientes y Talentos Especiales”, que tiene sesenta alumnos genios. Algunas personas envidiarían a esos genios, pero muchas veces este talento se convierte en un obstáculo para llevar una vida normal.
No se extrañe que compañeros de estudio de los genios los discriminen, envidien, los llamen “comelibros” y les moleste cuando demuestran que saben más que el resto del salón. La educación panameña no permite que un genio se gradúe en dos o tres años, en una carrera de seis, tanto en secundaria como en universidades. Una muchacha genio tendrá dificultades para conseguir pareja. Algunos se alejarán por miedo a hacer ridículo, otros las buscarán para “dominarlas” por algo distinto a sus inteligencias.
Cuando fui decano de Comunicación Social en la U. de Panamá en el año 1991, quise hacer un homenaje a los miembros del Cuadro de Honor. ¡No pude! Ellos me pidieron anonimato para no descartar más rechazo por ser distintos a sus compañeros en inteligencia (¿?). Una vez aconsejé a un humilde señor para que dejara su complejo de inferioridad. “Ser genio es sobrevivir en Panamá y no tener mucha inteligencia”, le dije. (No sé si lo convencí...).