Se encarnó para elevarnos
Por Roquel Iván Cárdenas
Catequista
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El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Dios en su infinito amor decide hacerse hombre, rebajarse a la condición humana. Este misterio sin duda nos trae a la memoria el acontecimiento de nuestros primeros padres Adán y Eva. Nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, bajo el engaño de satanás de que serían como dioses. Sin embargo, Dios decide hacerse hombre para elevar nuestra condición humana.
San Pablo lo explica de esta manera: "Pues conocerán la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por ustedes se hizo pobre a fin de enriqueceros con su pobreza". 2 Corintios 8, 9. El amor de Dios es tan formidable que no solo vino al mundo para liberarnos del mal, sino que también vino a premiarnos. Este maravilloso don es explicado por algunos sabios de la Iglesia de la siguiente forma: "Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios" (S. Atanasio, Inc., 54, 3).
"El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos participantes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres" (Santo Tomás de A., opusc 57 in festo Corp. Chr., 1). Este es el drama que vivimos nosotros o aceptamos el camino que Dios nos propone para obtener el gran don de elevarnos a su condición divina o nos dejamos engañar por el enemigo y seguimos el camino de la desobediencia. Los seres humanos estamos llamados a la grandeza y cada uno de alguna manera lo percibe en su interior. Durante este tiempo meditemos que el deseo de inmortalidad, grandeza y felicidad que tenemos, es de alguna manera natural en nosotros y es legítimo querer satisfacerlo. La gran diferencia está en el modo de hacerlo…