Clientelismo
En un hecho en que la democracia funciona y con sentido social, significa que los electores, a través del voto, pueden incidir en la buena marcha de los asuntos públicos y que todo gobierno electo por la voluntad popular debe escuchar a su pueblo.
Un elector es un ciudadano, es decir, un sujeto de derecho y obligaciones individuales y sociales que debe escuchar la voz de gobierno y viceversa.
Empero, en países políticamente atrasados, donde los políticos ven al elector no como ciudadano, sino como cliente, surge como cizaña insidiosa el llamado clientelismo, que no es más que tener a la gente contenta ofreciéndole chucherías que resuelven sus problemas inmediatos sin ir al fondo de las situaciones sociales negativas.
El espectáculo que hemos visto de gente matando -figuradamente- por un jamón, funcionarios haciendo profesión de fe por bonos recibidos y autoproclamándose “barras” de tal o cual jefa o jefe, que a su vez hace política, repartiendo juguetes o asistiendo a actos públicos que no le competen, demuestran que los gobiernos quieren mantener al pueblo en el atraso.
Si en vez de realizar grandes obras de infraestructura, como la Línea 1 del Metro, los Minsa-Capsi, las becas para educar, todas de beneficio colectivo e impersonal, nuestros políticos siguen rindiéndole culto al jamón y la bolsa de comida, lo que sucederá es que el pueblo seguirá sumido en el atraso.
Un gobierno que se precie de serio debe extirpar estas prácticas inmorales que lo que hacen es adocenar la conciencia ciudadana.