La nada ocupa su puesto
En la corte de Tamerlán se celebró un gran banquete, y los más importantes personajes se aprestaban a participar. Pero, entre ellos, acertó a pasar un humilde ermitaño en el que nadie reparó, quizás por la sencillez de su túnica.
Al ver la puerta abierta, el anacoreta se adentró y fue caminando hasta el comedor en donde vio casi todos los puestos ocupados menos los de la cabecera. Y hacia allí se dirigió, sentándose sin más. El maestro de ceremonias se acercó indignado y le espetó:
- ¿Quién eres tú? ¿Acaso tú eres más importante que el primer ministro?
- Mi rango es superior que el suyo, -respondió-.
- ¿Te consideras más importante que el gran visir?
- Mi rango es todavía muy superior.
- ¡Este hombre no sabe nada de nada! Es un ignorante que se cree superior al mismo emperador.
- Así es, en efecto. En el escalafón que tú utilizas y que te hace padecer tantos quebrantos, mi rango es muy superior al del mismo emperador, conductor de los creyentes.
- Por encima del emir de los creyentes solo está el mismísimo Alá. Por encima del Cual no existe nada. ¿Has entendido? ¡Nada!
- Ahora lo has descubierto. ¡Mira qué eres corto, chambelán! Ahora ya puedes estar tranquilo y dejar de molestarme. Nada, esa es mi identidad.