Alguien quiere destruir a Capira
Desde que mataron a Remón Cantera en 1953, presidente que disfrutó en vida de su finca de Villa Carmen, de los juegos de pelota caliente camino a Cermeño, de los caballos de Santa Rosa y de los cuentos increíbles de los capireños; las cosas comenzaron a joderse en la tierra donde se educó Victoriano Lorenzo. No me extraña que una mañana de estas sin previo aviso comiencen a temblar los portales de las casas en Lídice por la acción de cientos de retroexcavadoras cavando las bases del cerro Trinidad con el afán de construir la cantera más grande de Latinoamérica. O, o… cualquier grupo sediento de plata de los que siempre sobreviven amparados por los encubridores de la impunidad, haciendo lo imposible para dinamitar por jugosos contratos inútiles los túneles que dejaron los gringos después de la Segunda Guerra Mundial, debajo del cerro Campana hasta el cerro Valloli con salida al Aguacate.
Hace años, cuando me tocó viajar al primer ciclo de La Chorrera, en las chivas gallineras de Lídice, escuchaba la amenaza que pronto Capira pasaría a formar parte de La Chorrera. Y yo me preguntaba, pero ¿cómo? Si La Chorrera no tiene mucha historia, es simplemente el alegre dormitorio de la capital panameña, siempre lo ha sido y lo seguirá siendo. En La Chorrera no existe un solo petroglifo como abundan en los territorios del indio capireja, es más, desde que el gran Ñato Califa encontró la vida perdurable en uno de los pretiles camino a El Cacao de Capira, ya no vale la pena ir a reunirse con la minoría chorrerana a ver los desfiles de los 28 de Noviembre, efeméride en la que ellos ni gritaron ni tocaron pito ni flauta en la historia nacional.
Es más, creo que a La Chorrera la van a destruir también. Hace pocos años, un genio ordenó derribar el mercado público para reemplazarlo por una piscina de mosquitos, gusarapos y sapos. Y así mismo como sacaron la plata para pulverizar el mercado de La Chorrera para siempre, ahora ordenaron demoler en Capira la iglesia San Isidro Labrador (quita el agua y pon el sol), sin más allá ni más acá un vil atentado a nuestra historia. Mis parientes me tienen vetada la permanencia en Capira, no puedo ir a defenderla, mi gente me sacó de ese paraíso histórico cuando era menor de edad, porque no había muchacha preñada de la cual no me echaran la culpa.