Consumir o no consumir: un acto político
Levantarse y ducharse por la mañana, vestirse, desayunar y llevar el coche hasta el trabajo parecen hechos individuales. Pero la batería del despertador, los ingredientes del champú y del jabón, la ropa limpia y los zapatos, el café, el pan, la mantequilla, la pasta de dientes y el coche que nos lleva hasta el trabajo nos relacionan con miles de “desconocidos”.
Hombres, mujeres y hasta menores de edad están en la cadena de producción y de distribución de materias primas y de productos manufacturados. Su sueldo, sus condiciones de trabajo y de vida, el impacto de lo que hacen sobre la salud de ríos, mares y tierras determinan el precio de lo que vemos tras los escaparates y que luego compramos, utilizamos y tiramos. Y que muchas veces acaba en vertederos en países del llamado “tercer mundo”. Se exportan los residuos como si la contaminación del planeta tuviera nacionalidad.
Sin sus consumidores no son nadie Coca Cola, Shell, Nike, Kraft, Benetton, Zara, Nokia, Ikea. El poder del consumidor radica en que la cadena de consumo siempre pasa por él. Así lo sostienen Laura Villadiego y Nazaret Castro, autoras del libro “Carro de Combate: consumir es un acto político”.
Hay que dar un paso más allá de la necesaria sensibilización sobre la procedencia de los productos que consumimos y las condiciones con que se fabrican y se transportan. Muchas multinacionales se registran en paraísos fiscales y ponen sus fábricas en países con legislaciones más débiles. Ahí vuelve a entrar en juego el consumidor: el boicot a los productos de esas empresas. Las nuevas tecnologías y la información que hay disponible permite difundir con facilidad las listas de empresas que buscan beneficios a costa del planeta y de la dignidad de las personas.
Es entonces cuando pasa del conocimiento al acto consciente de buscar productos que se fabriquen en otras condiciones, que no perjudiquen la salud y que respeten su entorno natural. Se toma conciencia de que formamos parte de nuestro entorno.
Tomar conciencia del impacto de nuestro estilo de vida contribuye no solo a la mejora de nuestra vida por salud y por coherencia, sino también la de tantas personas “desconocidas” a las que deberíamos agradecer y respetar.