Daño colateral
Transcurría septiembre de 2014 y conversando con un prominente arnulfista, le comentaba que veía que la nueva administración de JC Varela apuntaba a generar actos de venganza política, so pretexto de justicia, que terminarían arrastrando al sistema económico con el peligro de una fuerte recesión o desaceleración. Se habían suspendido ya todas las obras por terminar, pero a la vez, ya se conocía que su reanudación se negociaba con las mismas empresas vinculadas a cada proyecto a través de intermediarios con poder. Hasta surgió una "lista blanca", me decían, que era como una especie de paz y salvo que gente cercana al Gobierno otorgaba y contra lo cual le pagaban sus cuentas pendientes. Verdad o mentira, tuvo que haber toda suerte de intermediación.
Avanzaron los meses y empezó el proceso de persecución. El periódico del Gobierno publicaba noticias llenas de información condenatoria en contra de muchos, entre los que me incluyo. Periodistas de cada televisora se esmeraban en hacer de sus programas un patíbulo mediático sin el menor asomo de respeto por la presunción de inocencia, debido proceso ni ningún derecho que pudiésemos tener. Era impensable una rectificación o aclaración. Lo intenté en muchas ocasiones, pero no hubo resultados. Se nos negó todo tipo de defensa y contra cada publicación venía una detención preventiva, cual libreto ensayado. Un tomo de los que conforman mi caso lo componen todas las noticias de ese periódico aliado al Gobierno como prueba fehaciente que usó la incapaz fiscal para justificar la patraña. Así, en cada caso.
Esa orgía de publicaciones para causar daño, más que para buscar reparaciones, dispararon muchas alarmas en el sistema económico. Las evaluaciones de riesgo respecto de cada quien fueron causando desastres en la vida de todos. Personas, comercios, entidades bancarias, entre otras, fueron afectadas con esas publicaciones e imágenes, y de inmediato todas las relaciones de negocios iban asumiendo las consecuencias, desde el cierre de cuentas, cancelaciones anticipadas de facilidades de crédito hasta simplemente no ser más sujetos de crédito porque un medio, más que una autoridad competente, te había juzgado y condenado en sus páginas o en sus canales. Recuerdo una de tantas en mi contra en Telemetro, que para explicar un caso en el que ya se determinó que no hubo lesión patrimonial alguna, el titular de la noticia en pantalla decía "estrategia para robar". Daños anticipados frente a una justicia jamás buscada para llegar a la verdad. No le deseo esto a nadie.
Luego vinieron los Panamá Papers con fuerte vinculación de personas muy cercanas al Gobierno y remató Odebrecht terminando de arrastrar sesgadamente, por ahora, a lo que quedaba de sistema para encontrarnos en la situación actual en la que el encubrimiento es la regla y el daño reputacional del país tremendo. Pero si todo esto no hubiera sido suficiente, sigue el guion maldito, mientras el país y su economía resisten en medio de un enorme desánimo. Hay miedo en Panamá.
El odio a todo lo que tenía que ver con Martinelli ha sido mayor que el valorar el daño colateral causado a todo el país. Nadie ha negado investigaciones conforme a derecho. Muchos hemos estado presos y salido. Otros no. Poco importan los procesos de cada uno. Martinelli está en Miami esperando definir su rumbo jurídico y político en un sistema no manipulado. Pero todos estos hechos, ¿han representado la solución de al menos uno de los grandes problemas nacionales? La respuesta es un tajante NO.
Mientras, el país no es el mismo. Su gran potencial cede el paso al gran descontento nacional que genera mucha vibra negativa que afecta cualquier posible resurgimiento económico a corto plazo, aparte de que el crédito no está a la orden del día porque hay riesgos e imponderables que lo afectan. Pensaba que a estas alturas el descalabro habría generado ya ciertos cambios. Me equivoqué.
Pero seguimos, mientras nos dejen. Ya sé que intentan ir contra mi persona por vía de quién sabe qué acción ahora. Los entiendo. Veremos por dónde vienen y seguiremos resistiendo todos los ataques.
Mientras, el reloj sigue su marcha y cada día que pasa es uno menos de todos ellos allá.