El fin se acerca
Hace un par de semanas, cuando le estalló en la cara el escándalo de Odebrecht a Juan, sabíamos que vendrían represalias. Los funcionarios de alto perfil de Martinelli estaban a la expectativa de cuál de ellos sería la próxima víctima para desviar la atención de las coimas que recibió a través de su amiga Michelle Marie. Corrían las apuestas… Pero cuando uno piensa que esta gente ha caído a los niveles más bajos que la palabra miserable permite, detienen a la mamá de Chichi, una señora que es la personificación de la bondad e inocencia. Nada más pervertido que usar el aparato inquisidor del Estado para secuestrar a una madre que no tiene nada que ver con las rivalidades de su hijo. Hasta los sicarios y narcotraficantes respetan ciertos límites, especialmente con algo tan sagrado como una madre. Independientemente del odio, la madre de un adversario no se toca.
¿En qué cabeza cabe usar a una madre indefensa como herramienta para arrinconar a un enemigo? ¿Quién, con un ápice de conciencia, hace algo tan vil para arrodillar la voluntad de un hijo? Que Chichi regrese solo invierte los dolores y empeora la situación legal de todos. Lo mejor es que se quede donde está y regrese cuando las garantías procesales se hayan restituido. Tendrán que liberar a su mamá porque ni el poder absoluto aguanta las consecuencias de esa crueldad mucho tiempo.
No sé qué esperan quienes rodean a Juanca para exigirle que pare la vaina. Sus ministros y amiguitos del poder deben saber que un expresidente no cae solo, ya lo vieron y lo vivirán en carne propia si no imponen algo de sensatez. De lo contrario, ellos serán como piezas de dominó que irán cayendo una por una. Conociéndolos, harán lo que sea para salvarse. Ya los veremos tirándose unos a otros bajo el tren de las incriminaciones y pidiendo cacao donde no lo van a encontrar.
Parar esta persecución política no se logra con miedo ni medias tintas. Se requiere valentía, rebeldía, insistencia y, lo más importante, visión de un futuro cada vez más cercano. Les recomiendo que se paren firmes e increpen a su jefe para que detenga las agresiones judiciales. Seguir por el rumbo de las emociones y creer ciegamente en las publicaciones sesgadas de “La Prensa” les puede costar caro. Sean objetivos. Busquen abogados de confianza y hagan análisis técnicos de los casos, empezando por el de Martinelli, y verán que las cosas no son como se las pintan. Sean inteligentes, busquen acercamientos, usen su propio criterio y no se dejen someter por el inagotable odio de Juan Carlos. El tiempo de recomponer las injusticias es ahora y no cuando el búmeran dé la vuelta.
El fin se acerca. No lo duden. Piensen en sus familias y recuerden lo que dijo el presidente Thomas Jefferson: “El arte de la vida es el arte de evitar el dolor”.
¡2019 a la vista!