La disuasiva pena de muerte
Panamá se presta para que asesinos nacionales y extranjeros con ansias de hacer fortunas de la manera que sea vivan a sus anchas cometiendo atrocidades. Los foráneos más que todo han estudiado que no existe en nuestro país nada disuasivo para sus delitos mayúsculos, ponemos por caso al gringo apodado “El Salvaje Bill” y al quisqueyano Ventura, cada uno con un número plural de asesinatos escalofriantes motivados por el dinero.
Esta situación de inseguridad que vivimos hoy en nuestro histórico Istmo, especialmente, me recuerda cuando en un pasillo de la Escuela de Economía de la Universidad Nacional de Panamá, discutíamos sobre el momento en la historia en que los hombres comenzaron a confundir el éxito personal con la riqueza. Yo, que fui el proponente de la discusión, quería estar seguro de cuándo comenzó todo a joderse en este planeta, sobre todo en Panamá y qué correctivos habría que utilizar para frenar los delitos graves.
En Panamá, por lo disuasivo de la pena de muerte, tendríamos que aplicarla, de lo contrario a este país no lo respetará nadie. Ya desde el Canal francés, Panamá era sinónimo de robo. La gente que supuestamente le ha robado al Estado, como aparenta que lo hicieron tanto los implicados por Odebrecht que sabemos como los que aún no han mencionado, son mezquinos de primer orden y todos graduados con honores en las picardías tropicales más deshonestas propicias para desvalijar a un Estado. Y Panamá seguirá así, con el estigma de la impunidad porque la delincuencia nacional y extranjera celebra con sarcasmo y sin miedo su seguridad para delinquir y salir ilesa de sus crímenes. Yo me baso y recomiendo al famoso Dr. Isaac Ehrlich, uno de los mejores economistas del orbe, quien recientemente reportó en sus hallazgos que “por cada pena de muerte ejecutada se evitaron ocho muertes de personas inocentes”.
Yo me temo que nuestra anémica justicia no está preparada para la velocidad con que gira el crimen en el planeta y, por el bien del país, no podemos jugar mejorando el té de mastranto cuando tenemos la experiencia de China. Es más, propongo que todos los viajes de abogados y afines en esta materia sean para ir a calcar el rápido procedimiento de los subordinados de Pinyin Zuigao y del también honorable Zhou Qiang. Lo demás pueden llamarlo como decía mi profesor de Historia en La Chorrera “no interrumpan la clase, no pierdan el tiempo por insignificantes ‘peos’ de maíz nuevo”.