La verdad sospechosa
La procuradora Kenia Porcell -a regañadientes- reconoció que existen familiares y allegados a altos cargos del actual gobierno que están involucrados en la trama de corrupción internacional de la constructora Odebrecht.
Los panameños conocemos de primera mano la justicia selectiva que practica el Ministerio Público, que trata con manos de seda a los allegados al actual gobierno, mientras que se persigue a los opositores y figuras críticas.
Buen ejemplo de ello lo tenemos con el caso del falso médico panameñista condenado por ejercer ilegalmente una profesión y la del alcalde del mismo partido que confesó haber recibido una mísera coima.
A ambos sujetos, la opinión pública los ha visto salir airosos de sus lances con la justicia, basados en sus relaciones con los gerifaltes del régimen de turno. Lastimosamente, figuras como el exdirector de la Policía Nacional Gustavo Pérez y otros no han corrido la misma suerte.
Es por ello que a pesar de que Porcell reveló lo que muchos sabían -las implicaciones de allegados al régimen con la trama corrupta-, tal revelación no inspira confianza, por los antecedentes del Ministerio Público de proteger y hundir, según consignas coyunturales.
Si a eso le sumamos que la exoperativa del Consejo de Seguridad, devenida en jefa del Ministerio Público, no incluyó en su pesquisa lo que dijo al diario “El País” de España el abogado Rodrigo Tacla Durán ni los dichos de Ramón Fonseca Mora, entonces hay que dudar de la transparencia de la investigación.
Los dichos de Porcell rememoran la célebre comedia “La Verdad Sospechosa”, de Juan Ruiz de Alarcón, en la que el autor hace una severa crítica a la mentira rampante.