Lástima
Un estudio hecho por una institución de Australia señala que Panamá es el cuarto país más pacífico de Centroamérica. Esto puede causar extrañeza si tomamos en cuenta la violencia de crímenes, asaltos, riñas entre vecinos y hasta peleas por problemas de tránsito. Añada la violencia doméstica, que aumenta a pesar de los esfuerzos que se hacen por evitarla. Nos queda como consuelo pensar que otras sociedades están peor que nosotros. Esto no es conveniente si queremos vivir en un país con buen desarrollo económico… y social. Me entero de otro tipo de violencia social, que vemos mal y están tratando de evitar. Se refiere a la que sufren menores de 17 años. Las autoridades judiciales señalan que al año reciben denuncias de maltrato infantil de más de dos mil quinientos casos. Es conocido que la realidad es peor porque hay muchos casos que no llegan a conocimiento de la justicia y quedan sin castigo.
El asunto es peor. Hay aumento de situaciones negativas para los menores panameños. Se trata de los que deben ser “protegidos” por sufrir maltrato físico, sicológico, falta de atención familiar, abuso sexual y otros. Hace dos años se conocieron ¡más de nueve mil casos! Los sicólogos y sociólogos saben que esos maltratos pueden traumatizar al menor. Al ser adultos, algunos sufrirán una conducta violenta o desajuste para vivir de manera adecuada en la sociedad. Menos mal que esta situación negativa para “los hombres del mañana” panameños, es tratada de corregir por las autoridades. Se hizo un documento de estrategia para solucionarla en cuatro años. Se sabe que son varias las razones personales y sociales que causan esto.
Por lo tanto, tendrá que haber mucha coordinación entre instituciones estatales por lograr buenos resultados. ¿Por qué hay violencia contra miles de niños en Panamá? A veces los padres descargan en ellos las tensiones que sufren. Tienen problemas económicos, frustraciones y decepciones que les hacen perder el equilibrio mental. Un niño muy activo, que puede incomodar a sus padres con sus ocurrencias, será el detonante para que se descargue contra él la violencia. ¡Esto no se justifica de ninguna manera! En la mayoría de casos, los niños no tienen culpa de lo que les sucede a sus padres. Es una lástima que paguen con sufrimientos esta realidad sicológica y social. (Hace años, una mujer le pegaba a cada rato a su hijo. Alguien le preguntó por qué lo hacía. Explicó que el chiquillo ¡tenía “la misma cara” del padre sinvergüenza!...).